Los últimos años han sido saludables para el género de terror. La aparición de películas importantes, que buscaron reescribir la idea mainstream del género y, en el proceso, reeducar a un tipo de espectador demasiado acostumbrado a cintas de fantasmas, cargadas de jump scares, ha sido la clave. Ofreciendo, en su lugar, atmosferas terroríficas y de suspenso extremo, en lugar de sustos baratos a base de portazos o cacerolas que caen al suelo en cocinas oscuras, esta nueva ola de terror, permitió también que sus realizadores usen un tipo de film que solía ser terreno exclusivo del entretenimiento, para deslizar algún mensaje o crítica subyacente. Como ejemplos representativos podríamos nombrar The VVitch, It Follows y The Babadok, tres películas clasificadas como “de terror“, que proponen extender su alcance más allá del final, y despertar algún tipo de reflexión respecto a los temas que tratan.
Get out, la nueva película del actor y director Jordan Peele, viene a ocupar un buen lugar en esta reciente oleada de films de terror.
Con la forma de una irónica —pero muy potente— crítica a la violenta discriminación racial contemporánea, la película relatará la historia de Chris (Daniel Kaluuya), un fotógrafo afroamericano en pareja con una mujer caucásica, quién debe afrontar el siempre complicado desafío de viajar para conocer a sus suegros que viven en las afueras de la ciudad. Ellos también son caucásicos, y ésta es una de las mayores preocupaciones de Chris, ni bien la película comienza.
El film tiene grandes virtudes y un gran mal, pero empecemos por lo positivo.
Cuando hablamos de cintas de género como ésta, para que funcione, es fundamental que se mueva dentro de las reglas de ese género, lo que implica: un cierto ambiente, determinados resultados dramáticos disparados por los giros de guion, un protagonista con características más o menos específicas, etc. Como Jordan Peele es, en este caso, escritor y a la vez director, se percibe el control total del autor en cuanto a la creación del ambiente opresivo y tenebroso que el terror exige, pero, además, le permite explotar con mucha precisión otros géneros dentro del mismo relato, lo cual termina por dar a Get Out una fuerte personalidad. Es en este sentido que la cinta es novedosa: es muchas películas en una.
Mientras el espectador podrá disfrutar de una primera hora de puro suspenso hitchcockeano (hay mucha referencia a este cine, en especial respecto a composición de planos y música), también será sorprendido con buenas dosis de humor en momentos en donde no parecía posible (gran detalle que rompe la ortodoxia del terror y da versatilidad a la historia), para tener unos cuarenta minutos finales en donde la película se reinventa y se transforma en algo diferente (que obviaré decir para no develar parte importante de la trama).
En el cine, el último bastión de defensa para que toda narración funcione como se espera, es la interpretación de los actores y, en este caso, no decepcionan. Daniel Kaluuya, el protagonista, aporta verosimilitud y realismo encarnando el símbolo del oprimido, en un sistema de obscena discriminación racial, mientras que sus suegros (Catherine Keener y Bradley Whitford) hacen lo propio representando toda la fuerza —a veces sutil, otras veces material—, del opresor. La más irregular de la historia es, sin dudas, Allison Williams, quien interpreta a Rose, la novia de Chris y que, por momentos, parece forzar demasiado las impresiones que necesita obtener del público.
El punto que encuentro negativo en Get Out, es la resolución de su conflicto principal, en la cual se esboza una respuesta para la cual el espectador no ha sido debidamente preparado. Esto termina por parecer abrupto en lugar de sorpresivo. El momento en donde Chris encuentra una explicación, no es lo eficaz que el resto de la película había –muy prolijamente—sido, y se siente como un lugar común. Un tropiezo a los vicios del mainstream, si se quiere.
Sin embargo, no debe ser esta razón suficiente para dejar de ver una película con intenciones tan interesantes, que trata la materia de la discriminación hacia el afroamericano de una manera tan inteligente, entretenida y novedosa.
Con muchas ganas de verla, de las únicas cosas que me llaman la atención en estas últimas semanas de cartelera.
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Es de lo poco que vale la pena ver en el cine, en estas ultimas semanas
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