Dunkirk [2017]

Cada vez que Christopher Nolan dirige una nueva película, algo de revuelo se genera en el mundillo del cine. No es para menos cuando que ha desarrollado cintas icónicas como Memento, Inception, Interstellar o Batman: The Dark Knight, todas ellas importantes por una u otra razón en los últimos veinte años. Sin embargo, cuando Dunkirk se anuncia y se conoce que su marco es el de la segunda guerra mundial, una inquietud se expande rápidamente en el ambiente cinéfilo: ¿Podrá Nolan hacer algo único y original con el tema más explotado de la historia? Si bien con fallas en términos narrativos, hoy podemos asegurar que Nolan ha logrado imponer su visión y su estilo para contar una historia diferente dentro del género.

Ya un clásico en las películas del director es el manejo alternativo de la estructura narrativa; sus cintas no se caracterizan por seguir una cronología lineal, y en este sentido Dunkirk no es la excepción. Con una propuesta basada en tres líneas narrativas independientes que existen en tres momentos diferentes del tiempo y representan tres relatos autosuficientes que se encuentran en un punto, el director pondrá en pantalla tres perspectivas de un mismo evento: el escape de la ciudad sitiada de Dunkirk.

En el fabuloso opening será presentado Tommy (Fionn Whitehead), el protagonista del primero de los hilos de la historia, quien forma parte de la infantería, es decir que está en tierra, pisando el suelo de la ciudad. Esto es una semana antes. El segundo relato será, en cambio, sobre el agua, en el bote que capitanea Mr. Dawson (Mark Rylance) acompañado de sus hijos George y Peter; un día antes. En el último hilo, Tom Hardy será el piloto de un avión de combate de los aliados, que dará soporte aéreo a las tropas en tierra y agua, e intentará despejar la zona para facilitar la evacuación. Esto es una hora antes.

Técnicamente, la película es maravillosa. Las tomas aéreas que acompañan el movimiento del avión generan vértigo, claustrofobia, transmiten adrenalina. Absolutamente todo el apartado visual está construido de forma tan acertada, que no se limita a sólo reflejar una experiencia verosímil de la guerra, sino que también invita a vivirla. Aquí la importancia de ir a ver esta película a la mejor pantalla cine que sea posible.

Pero no todo es maravillas en Dunkirk. Hay dos grandes ejes en los que la cinta falla.

El más resonante es el del sonido. La película refleja una clara intención del director por distinguirse dentro del género de guerra, y una de sus búsquedas más evidentes es la de la austeridad absoluta en materia de diálogo: son los silencios los que persiguen de manera permanente, la construcción de la tensión de la historia. Sobre estos silencios, aturdidos por el constante rumor de la batalla con disparos que van y vienen, y aviones que rugen en el cielo, una molesta banda de sonido acompañará todas y cada una de las escenas, distrayéndonos del clima que la puesta en escena ha desarrollado, y, al mismo tiempo, intentará dictar sobre las emociones de la audiencia. Este tipo de manipulaciones, típicas de un blockbuster, desconectan de la originalidad del relato. Extender la austeridad a la cortina musical hubiese sido, quizás, un acierto.

El otro aspecto en donde la película falla es en el montaje, siendo constantemente anticlimático. Quizás esto se deba a la naturaleza de tres líneas narrativas tan disímiles entre sí, pero lo cierto es que, cada vez que una escena logra subir la tensión e involucrar al espectador en la crudeza del relato, el corte se produce y lo arroja a otra escena de, generalmente, diferente intensidad, cuyo clímax aun es necesario construir. De modo que el público no tiene otra opción más que aceptar la necesidad de subir y bajar emocionalmente, en buena parte del segundo acto.

 

Gran expectativa había alrededor de Dunkirk —película que vale la pena verse en el cine por representar una experiencia única, cruda y conmovedora—, y finalmente Nolan demuestra una vez más el acabado manejo que hace del lenguaje cinematográfico y de los recursos técnicos contemporáneos. Sin embargo, aun cuando el director sea quien quizás mejor uso haga de esta época de grandes pantallas, cuando el ruido metálico de las balas se haya extinguido, y el zumbido de las bombas se haya apagado, lejos estará Dunkirk de la obra maestra que muchos pretenden que sea.

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