Okja [2017]

La nueva del surcoreano Joon-ho Bong muy probablemente sea la película más nombrada de los últimos meses, no necesariamente por su contenido sino por la caldeada discusión ideológica desatada entre Cannes, —en donde se estrenó por primera vez en mayo de este año—y Netflix,la plataforma que la produjo y actualmente la distribuye. El problema de la distribución de las películas no es de ninguna manera nuevo; al contrario: es materia pendiente de la cual se habla poco.

Pero más allá del debate –que duró todo el festival—de si Okja podía, o no, competir en Cannes y si, como se puso en duda desde Francia, es cine o no, la cinta tiene mucho para decir por sí misma.

Aquellos que hayan visto Snowpiercer, la anterior del surcoreano, o The Host (su versión personal del famoso Godzilla), tendrán la ventaja de una mayor predisposición a aceptar las distopías que el director/escritor propone, y aceptarán con facilidad las versiones del mundo que él propone.

En este caso, como en toda buena distopía, Okja toma la forma de una sutil —y por momentos no tanto—crítica al estado de las cosas y ofrece una mirada ácida al modelo actual de producción y consumo de carne, a los alimentos genéticamente modificados, al marketing de posicionamiento de marca de las grandes corporaciones y a la manera en la cual la información llega, manipulada, masticada y digerible, al resto de la gente. La premisa: una compañía multinacional sugiere haber encontrado la manera de terminar con el hambre mundial, y desarrolla un super cerdo, modificado genéticamente, que se podrá criar en diversos lugares del mundo bajo diferentes condiciones, y dará una gran cantidad de carne, a bajo costo. Para que el público acepte y compre la nueva carne del super cerdo, la empresa organiza un concurso y un festival, para elegir el mejor cerdo, de los primeros diez ejemplares.

 

Para entregar tan ambicioso mensaje, Joon-ho Bong se vale no sólo de un argumento sólido y de interesantes puntos de giro que llevan la historia siempre hacia adelante sino —y sobre todo—, de personajes sumamente logrados, cada uno de ellos lleno de detalles, gestos, modos de hablar, de mover el cuerpo y las manos, muletillas, etc. Siempre jugando con el lenguaje de la comedia, los personajes por momentos parecen caricaturas de sí mismos, y en otros, se sienten reales, con motivaciones verosímiles y preocupaciones creíbles.

A través de estos personajes tan sugestivos y bien construidos, el surcoreano manipula el relato para inyectar algún tipo de empatía por prácticamente todos ellos, incluso aquellos moralmente repudiables.

Uno de los desafíos de la cinta era darle credibilidad y dimensión de animal a Okja, el cerdo protagonista. En los primeros minutos la pregunta es inevitable: ¿conseguirá el director hacernos creer que la criatura animada es real en su propio universo, y que es, también, capaz de transmitir emociones parecidas a las de una mascota? Y la respuesta es que sí, desde el guion habrá una construcción precisa en torno a los sentimientos que el animal despierta para que, llegado el momento, ese vínculo emocional de sus frutos en términos narrativos.

La película funciona porque, además,  está bien interpretada por dos enormes actores: la genial Tilda Swinton que nunca defrauda, haciendo de Lucy Mirando, la cabeza de la compañía; Jake Gyllenhaal como el showman amante de los animales, demostrando que es uno de los mejores actores del momento, y el siempre consistente Paul Dano representando al lider de un grupo de proteccionistas.

Okja es una película que se toma en serio y que sabe moverse entre la acción, la sátira, y el drama. Tiene la virtud de tener el buen ritmo de una película que entretiene y, a la vez, esconder una historia fuerte y con sustancia en la que, también, se lee una analogía a nuestro sistema productivo y de consumo, sumado a un esbozo de premonición respecto de hasta donde somos capaces de avalar el corrimiento de lo moral.

 

Nocturnal Animals

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Lo justo sería empezar esta review por el principio, diciendo que Animales Nocturnos, la segunda película de Tom Ford es, sin ninguna duda, una de las mejores películas del 2016. Quiero decir, de las mejores 3, como mínimo. Es magnífica.

Ya en los créditos iniciales entenderemos que estamos en presencia de algo diferente cuando un grupo de mujeres mórbidamente obesas bailen desnudas por largos minutos (obviamente en slow motion), en un espectáculo que, usualmente, elegiríamos no ver. He leído mucho sobre las reacciones a este opening, con calificativos que van desde lo grotesco hasta lo lastimoso. Son estas las reacciones que el director busca: funcionan a modo de advertencia de lo que viene.

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Lo cierto es que este show de mujeres danzando, descubriremos luego, forma parte del trabajo artístico que Susan (Amy Adams) está exhibiendo en la galería de la cual es dueña, en Los Ángeles. En esos primeros minutos, conoceremos a Susan, de una belleza avasalladora. Extravagante pero gentil. Sutil y atormentada, con una expresión constante de ligera angustia en el rostro, sensación que rápidamente podríamos reducir a infelicidad. Es una mujer independiente que maneja su propio negocio y se produce a sí misma, sin embargo presenta una dependencia emocional para con su marido, el doctor Hutton, que es quién, aparentemente, ha sido capaz de proveerle la vida de lujo y aristocracia que Susan disfruta.

Y la introducción de la cinta es tan precisa y certera, que antes de los primeros diez minutos, el plot principal será disparado: Susan recibirá en su casa un paquete a su nombre con el manuscrito de una novela firmada por Edward Sheffield, su primer marido. ¿Cuál es el nombre de la novela? Sí, Animales Nocturnos.

Como ya lo comenté en Swiss Army Man, Chejov elaboró la teoría de los dos cuentos, para definir conceptualmente cuando una historia funciona y cuando no: la historia evidente y la historia oculta que, sobre el final, será develada, pero de la cual tendremos pistas sucesivas y planificadas a lo largo de la historia evidente. En este caso, Ford entiende a la perfección como conseguir que su narración funcione, presentándonos la punta de un ovillo que, muy prolijamente, desatará en el transcurso de las casi dos horas de metraje. Pero será tan fluido e imperceptible, que casi no podremos notar los vaivenes —necesarios, por otra parte—, que el guion tiene.

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Aquel manuscrito que Susan recibe, todavía no lo sabemos, pero significará un profundo viaje para ella y para el espectador. Tan pronto como comienza a leer, una segunda línea narrativa aparece y, paralelamente, nos contará la historia de Tony Hastings, un hombre magníficamente interpretado por Jake Gyllenhaal, que está manejando por una desolada ruta del desierto de Texas con su mujer y su hija, cuando otro auto comienza a acosarlos. Como podíamos presumir, en este segundo auto hay una banda de cuatro hombres liderada por Ray (Aaron Taylor-Johnson), que es la típica banda de criminales que disfruta de la impunidad y la desolación de la noche en el desierto, para salir a violar, robar y matar. En lo que dura la persecución, podremos sentir el miedo de Tony y su familia y, en una escena memorable, de un suspenso terrorífico que pone al espectador al borde del asiento, las cosas empeoran de la peor manera posible: una rueda se pincha y Tony se ve obligado a estacionar el auto, quedando a merced de los deleznables criminales que, quién sabe que harán —piensa Tony—con aquellas dos mujeres. Esta secuencia se permite algunas licencias típicas (como la citada rueda que se pincha) porque forman parte del manuscrito ficcional que Edward le ha dedicado a Susan. Es entonces cuando nos encontramos con una tercera secuencia narrativa, esta vez, disparada por ella, en donde Susan y Edward son jóvenes amantes. En otro enorme acierto de Tom Ford, Edward es también interpretado por Jake Gyllenhaal, que vuelve a hacer un excelso trabajo construyendo un personaje totalmente diferente a Tony, y quiero decir, un personaje que se siente totalmente distinto, se palpa. Este tercer hilo narrativo nos mostrará quienes eran Susan y Edward.

 

A partir de aquí, las tres historias individuales entrarán en permanente tensión y nos dejarán entrever muy sutilmente, muy orgánicamente, cual es la relación entre ellas y, sobre todo, como se complementan. Y creo que aquí reside otra de las claves de porque la película funciona de manera armónica, y es que el director eligió tres hilos narrativos para contar una sola historia, no como artilugio mecánico para generar impacto, sino para hacer a los personajes tridimensionales. ¿Cómo, sino, entendemos la vida y las consecuentes relaciones interpersonales? ¿Cómo un flujo secuencial de actos (que es lo que el general del cine contemporáneo propone) o, más bien, como un conjunto de sucesos, palabras, silencios y acciones que se entrelazan entre sí para decir algo de nosotros? Esta es la virtud principal de la película, que la eleva del mero “buen cine de entretenimiento” a la categoría de un objeto artístico. Porque representa de manera material la forma en la que construimos el presente y leemos nuestro pasado. Edward, escritor, no encuentra una forma más adecuada de decirle a Susan en quién se ha convertido, que escribiendo una gran analogía y protagonizándola, porque hay cosas que (Edward entiende), no pueden ser dichas de otra manera más que con símbolos, o activando circuitos emocionales en la mujer.

Susan, por otra parte, impedida de mirarse a sí misma en una casa llena de vidrios y espejos, si bien percibe que algo no está bien, no logra conectar con ella misma hasta tanto la historia ideada por Edward no dispara en ella su sentido de identidad. No se asume equivocada hasta que no lo ve en su propia mente, a través del reflejo de la novela. Es entonces por esto que la película se siente tridimensional, porque funciona de la misma manera en la que, en cierta forma, funciona nuestra propia vida.

 SPOILER ALERT 

Sobre el final, claro, cerrará Edward su venganza en el presente, en una GRAN escena que no será más que vacío y silencio. Una venganza honda y dolorosa que nos hará terminar el visionado con una gran exhalación.

FIN SPOILERS
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Tantas palabras después, no he tenido tiempo todavía para referirme a la tremenda potencia visual que Animales Nocturnos tiene. Tom Ford, para los que no lo saben, es un diseñador de moda y creo que con eso ya estoy diciendo todo. La película tiene la estética oscura que tiene que tener, ni más ni menos. Tiene planos cuidados cuando los tiene que tener, y una cámara en mano menos prolija cuando lo necesita.

Animales Nocturnos es, sin dudas, una película imprescindible.