Hell or High water, traducida al español como “Comanchería”, ha sido clasificada por algunos críticos como un “neowestern” y creo que, con algunas licencias, se podría considerar que lo es.
La película tiene un gran comienzo: un pequeño plano secuencia que nos ubica rápidamente en un árido pueblo de Texas, pocas horas después del amanecer, y una mujer que se acerca a abrir la oficina del banco del lugar. Dos encapuchados la están esperando para robarlo. Luego, durante el asalto, entenderemos también la clara diferencia entre ambos criminales, y podremos, a la vez, intuir la relación entre ambos. Todo eso, en los primeros cinco minutos.
Más tarde, nos daremos cuenta que hay mucho más sucediendo debajo de la superficie, y que aquel robo forma de un plan ideado por Toby (Chris Pane), para salvar la granja de su madre. Para esto, contará con la ayuda de Tanner (Ben Foster), su hermano que acaba de salir de la cárcel y los dos serán perseguidos por el sheriff Marcus (Jeff Bridges) y su compañero Alberto Parker (Gil Birmingham).
Por consiguiente, contamos con un personaje “moralmente” bueno, como es Toby, más sereno y calculador, inteligente y cauteloso; luego Tanner que es todo lo contrario: impulsivo y despiadado, de una moralidad más compleja, alguien determinado a hacer lo que haga falta para alcanzar el objetivo. Él es quien hace honor al título del film, siendo la expresión “Hell or High Water” algo así como, “se hará como sea, sin importar las dificultades que puedan surgir en el camino”. Y en medio de ellos dos, aparece esta idea de “vieja ley del Oeste”, que el sheriff Marcus intentará defender, y que disparará también un conflicto interno con él mismo, que encuentra en los ladrones la razón para prolongar el tiempo que le queda antes de retirarse.
Hasta ahora, entonces, tenemos un punto de partida bastante sencillo y trillado, pero una gran escena de apertura y, ciertos detalles de la introducción que nos hacen creer que la historia va a evolucionar de una manera diferente. Y, se puede decir que lo hace, pero no necesariamente de la manera más satisfactoria.
SPOILER ALERT
En la primera hora de la película, cuando se ponen las cartas sobre la mesa, hay algunos conflictos interesantes que los personajes traen a escena: Toby, tiene una mala relación con su ex mujer; desde hace un tiempo no puede pasarles el dinero de la manutención, razón por la cual hace más de dos años que no ve a sus hijos; Tanner acaba de salir de la cárcel y enseguida se advierte una suerte disgusto para con su difunta madre y un resentimiento hacia su padre quien, presumiblemente, no fue una gran figura paterna. Marcus, el sheriff, deambula por la historia atribulado, reflexivo y hasta obsesionado con la idea de no abandonar ese caso y, por consiguiente, su trabajo, repartiendo cinismo y humor negro por donde camine. También se plantea en ese fantástico comienzo, dos relaciones de hermandad bien diferentes entre los dos pares de personajes principales: los hermanos criminales y el sheriff con su ayudante.
Aún con todos esos elementos de potencial explotación, la película cae a mitad del segundo acto y ya no vuelve a subir. Es como si Taylor Sheridan (Sicario) hubiese escrito dos guiones: uno para la primera hora y media; otro para el final. Todos y cada uno de los conflictos secundarios que citaba arriba y que construyeron con tanto cuidado la verosimilitud de los personajes, fueron evitados sobre el final, a la hora de resolverlos. El plot que nos saca del segundo acto, aquel en el cual Tanner hace un acto de grandeza por su hermano y se queda arriba de la montaña con el rifle, es previsible y estéril, además de no reflejar un movimiento en la curva de los personajes, que son, en mayor o medida, los mismos desde que empieza hasta que termina la historia.
Igual de decepcionante que el plot, es la resolución final de la película, cuando Marcus visita la granja que Toby ha dejado para su ex esposa y sus hijos. Es esa escena la única vez que parece vamos a ver un gran final, en donde se construye la tensión del western, se llega al encuentro entre el protagonista y su némesis, hay clímax, hay una sensación de fluidez y de funcionamiento. Es justo en ese momento, que está a punto de darnos el cierre que necesitamos, cuando aparece una camioneta con la esposa y los hijos de Toby, que bajan, saludan y entran a la casa (¿Deus Ex Machina?), provocando entonces que Marcus se aleje, amenazando y prometiendo algo que, dadas las condiciones, es improbable que jamás llegue a cumplir.
FIN SPOILERS
Dejando de lado el guion, Hell or High water tiene una potencia visual increíble. Mirándola con un lente puramente cinematográfico, tiene una belleza terminante que está dada principalmente por la perfecta composición de cada uno de los planos (cuidados y profundamente trabajados), y por un uso ejemplar de la paleta de colores, que no nos saca jamás del desierto árido en el que estamos. La fotografía de la película es avasallante y una de las razones por las cuales la película merece la pena ser vista. Es un espectáculo imponente para el espectador.
En resumen, Hell or High Water tiene una muy buena primera hora, pero un guión irregular, con, sin embargo, un impresionante despliegue visual y una especie de “economía” en los recursos que, sin dudas, merece ser visto.